A esos objetos les llamamos amuletos"
LeGNa
Hoy vuelvo a sentir la necesidad de escribir. Justo hoy, la noche mágica, decido encerrarme en la soledad para alcanzar de nuevo mi mundo y tratando crear una pasarela que me transporte, vuelvo una vez más a encender velas, dos, una con un olor a coco que ya no me despierta frescura... y a pesar de eso, enciendo incienso para conseguir apagar lo poco que queda de ese fino olor. Justo hoy, una señalada noche, intentaré encontrar las palabras que, leídas entre lineas, vuelvan a hacerme recordar todo lo que me propongo no olvidar.
La noche del fuego, petardos, hogueras, la noche de la luna o sólo una noche de brujas...
El sonido de los petardos apenas perturba mi concentración. Inspiro, cierro los ojos y dejo que mi mente se libere de nuevo. La estabilidad y tranquilidad que he conseguido ayuda.
Como un extraño vaivén, cada una de las miles explosiones me hace retroceder, una vez más, hacía otros tiempos no tan lejanos, un año atrás, mientras me cuentan que el futuro más cercano es ser un año más viejo... no he conseguido parar el tiempo, pero la rapidez con la que transcurre me hace pensar que fue ayer. Una noche mágica. Es difícil olvidar el día que cumplo un año más, como a la vez es difícil olvidar cuando se terminó.
Hace días lo encontré, frío, sucio y con él, el título para volver a empezar a escribir. Buscando la inspiración, lo había tenido durante todo este tiempo frente a mis narices, pero tal como dicen, hay veces que las cosas nos encuentran a nosotros.
Y a pesar del tiempo que ha pasado, cerca de diez años, sé cuando apareció por primera vez en mi vida, lo recuerdo como si fuese ayer...
“No llevaba tanto tiempo en ese poblado, al contrario. De hecho, llegué para quedarme, para montar mi reino ahí, ser rey de reyes, pero los últimos acontecimientos hacían que me plantease todo y tuviese más ganas de salir de ese inmundo sitio. No entendía para que me había traído hasta ahí el destino, pero todo lo que estaba ocurriendo hacía que desease cambiar sus planes con urgencia. Hoy, al volver la vista atrás, puedo comprender que era realmente necesario pasar por ahí, comprendo lo mucho que necesitaba recorrer ese camino.
Esa mañana no era diferente a las demás. El sol, del los meses más calurosos, salía con fuerza y me había despertado acariciando mi espalda, reaccionando sudoroso de entre las pesadillas que continuamente se repetían, durante las pocas horas que dormía y que convertían mi descanso en una tortura.
La poca brisa que corría a esas horas de la mañana, transportaba el olor del cercano mar y me tentaba a levantarme corriendo para refrescarme. Poco a poco, iba reaccionando mientras me desperezaba, tensando mis brazos en retorcidas posturas al bostezar y agudizando mis oídos para tratar de filtrar alguna conversación entre todo ese fuerte murmullo que se provenía de la calle.
Como animal curioso que soy, salí persiguiendo el sonido por el callejón, hasta llegar a una de las plazas del pueblo.
Un numero determinado de tenderetes recorrían toda la circunferencia de la plaza, creando calles hacia su interior y formando un siniestro laberinto. La multitud se agrupaba en las paradas no permitiéndome ver que tipo de productos vendían, aunque me lo pude imaginar. Había visto muchos mercados en mi vida, sin embargo, aunque lo desconocía en ese momento, más tarde comprobé que aquel era un tanto especial.
El intenso aroma de café recién hecho fue lo que primero llamó mi atención. Esta vez no iba sólo pues estaba acompañado de un indescriptible número de especies, que no llegaba a diferenciar. Incienso, pero había algo más. Me detuve, inspirando una y otra vez, pues recordaba ese olor de algo que no podía descifrar ni de donde ni de quien se trataba. Canela! El fino olor del incienso de canela que estaban quemando, en uno de los primeros tenderetes, se mezclaba con el aromático café.
-Quien está quemando tanto incienso? ¿Y quien es capaz de mezclar el olor de postres de cuando era niño en ese incienso?- me pregunté a mi mismo.
No sé si lo llegué a decir en alto o solamente lo pensé, lo cierto es que tras un empujón, salió un anciano apartando al gentío y maldiciendo.
-Brujas! Sois todas unas brujas.
Y tenía toda la razón.
En aquella época del año, se realizaba una reunión de brujas, brujos, hechiceros y demás figuras paganas, adoradores de la magia y lo oculto, justo en ese pueblo. El destino los había traído hacia mi o bien me había traído hacia ellos, lo cierto es que tuve que pensar, hasta dos veces, si me adentraba en ese embrujado mercado.
El contacto con tal cantidad de gente me tensaba por completo. Continuos empujones, manos inquietas buscando ávidamente cualquier despiste y así llevarse las bolsas de monedas de los transeúntes, lloros de niños, chillidos al fondo, murmullos sin cesar... La situación era cómoda para estar recién levantado y en aquella época mi humor, a primera hora de la mañana, brillaba por su ausencia.
Con el ceño fruncido y retando con la mirada a todo el que fuese capaz de cruzarla, caminaba al lento ritmo de la muchedumbre, entrando cada vez más en ese laberíntico mercadillo. Todo eran túnicas repletas de extraños símbolos, calaveras de todas las formas, objetos redondos de cristal, piedras, amuletos, velas... todo un sin fin de productos colocados estrategicamente para tratar de llamar la atención del populacho que paseaba con más respeto que miedo.
Al final, me detuve en una de las paradas.
Un mantel negro azabache cubría unas podridas maderas que hacían el rol de mesa. La aterciopelada tela era agradable al tacto, limpia y brillante pero al tocarla me quedé pensativo, recordando el dulce tacto de una mujer. La mirada de la bruja y sus palabras me devolvieron a la realidad con un escalofrío que recorrió mi espalda.
-lo que has venido a buscar no está expuesto en este altar.
Me mantuve en silencio, sosteniéndole la mirada.
No sabría decir que edad tenía esa mujer, era algunos años mayor que yo pero sus ojos, de color gris, reflejaban toda una vida como si de una anciana se tratase. Le cubría un vestido largo hasta más allá de los pies, de algodón negro, que al moverse de lado a lado, daba la impresión de que la mujer en lugar de caminar flotaba en el aire. Un pañuelo brillante de satén rodeaba su fino cuello, ocultando prácticamente unas extrañas marcas en él.
¿Lo que había venido a buscar? Al principio pensé que no había ido a buscar nada, pero al analizar que es lo que pintaba ahí, incomodo, ahogado, metido entre el gentío y las paradas del mercado, un mercado de brujería... ciertamente, entendía que estaba ahí por algo que aun desconocía. Cuando estaba a punto de preguntarle que era lo que había venido a buscar, la mujer se agacho en ese justo momento dejándome con la boca abierta, mientras embobado miraba el presuntuoso escote que se abría al inclinarse. Trasteó durante unos segundos unas cajas sin mirarme, hasta levantarse de nuevo, portando en la mano derecha algo. Sólo una fina cadena plateada salía de su puño, por un lado, para tras rodearle la muñeca volver a entrar.
Esta vez, deduzco que por descubrir mi mirada hacia sus pechos, sonrió al hablarme, mientras levantaba su mano hacía mi abriéndola lentamente como el cofre de un tesoro.
-Es un antiguo medallón – su voz en esta ocasión parecía diferente, más fina, más dulce... sabía que no debía preguntar la procedencia del colgante, por lo que continué en silencio.
-Simboliza los 4 elementos, tierra, agua, aire y fuego. Los cuatro elementos nos enseñan a meditar, a encontrarnos a nosotros mismos a conocer nuestro norte, sur este y oeste.
Mientras me continuaba hablando del medallón, una extraña canción sonaba de los puestos a mi espalda, saliendo a golpes de la garganta de una anciana, a un ritmo que me hipnotizaba.
“Buhos, lechuzas, sapos y brujas.
Demonios maléficos y diablos, espíritus de las nevadas vegas.
Cuervos, salamandras y meigas, hechizos de las curanderas.
Podridas cañas agujereadas, hogar de gusanos y de alimañas.
Fuego de las almas en pena, mal de ojo, negros hechizos,
olor de los muertos, truenos y rayos....
...Con este cazo levantaré las llamas de este fuego que se asemeja al del infierno, y huirán las brujas a caballo de sus escobas, yéndose a bañar a la playa de las arenas gordas.
¡Oíd, oíd! los rugidos que dan las que no pueden dejar de quemarse en el aguardiente quedando así purificadas.
Y cuando este brebaje baje por nuestras gargantas, quedaremos libres de los males de nuestra alma y de todo embrujamiento.
Fuerzas del aire, tierra, mar y fuego, a vosotros hago esta llamada:
si es verdad que tenéis más poder que la humana gente, aquí y ahora, haced que los espíritus de los amigos que están fuera, participen con nosotros de esta queimada.”
El último párrafo hablaba de las fuerzas del aire, tierra, mar y fuego, casualmente a la vez que las repetía la hechicera que tenía en frente. Y por un momento, creía que sólo mi imaginación había cantado esta dichosa canción, pues la anciana había estado todo el tiempo hablando con unas campesinas sobre sus amoríos...
Rápido entendí que eso debía ser lo que había ido a buscar y en ese momento no estaba muy convencido de querer comprarlo, pero la bruja continuó.
-Este medallón, además esta... - se quedó pensativa unos segundos- ...es un amuleto. Te protegerá y ayudará a encontrar a la persona que buscas, a tu ser amado, lo necesitarás en tu nuevo camino.
Justamente, esas últimas palabras me hicieron recapacitar de nuevo. Que camino? Como sabía que deseaba marcharme de ahí?
Extendió su mano cogiendo la mía y colocando mi palma hacía arriba para dejar caer dulcemente la enigmática medalla, mientras se escurría por los finos eslabones de la cadena.
Ese fue el primer momento en el que noté el frío de la plata del medallón. Una extraña sensación me hizo pasar del “no lo voy a comprar” al “lo necesito” por arte de magia. Nunca mejor dicho.
-Deberás llevarlo encima.”
Hacía mucho tiempo que no lo cogía, hasta que volví a sentir el frío contacto del metal sobre mi pecho. Otra vez desorientado, esta vez tras un año de soledad y confusión pero casualmente con ganas de empezar un nuevo camino que me conduzca hasta el tesoro.
De nuevo volvía a sentir algo especial, y aunque no lo necesitaba, me lo coloqué casi ritualmente como había hecho tantas veces, sin saber bien para qué, sabía que como con muchas otras cosas, sólo el tiempo me traería las respuestas.

Gracias a tod@s l@s que me habéis felicitado y a tod@s l@s que no lo habéis hecho pero os habéis acordado de mi, pues mientras me mantengas en tus recuerdos seguiré vivo.
Angel